Según la RAE la locura significa "privación del juicio o del uso de
la razón", por eso la locura empieza en el corazón.
Los locos sentimos y por eso, nos cuesta tanto vivir la vida guiada por
la razón y más, si esa razón es la razón de los que imaginan por mí y por una
inmensa cantidad. Desde que nací, el mundo se ha encargado de imaginar por mí y
cuando yo imagino, me tratan de loco.
Mis padres imaginaron por mi y eso era lógico, pues ellos pensaban que
vivir bien era educarse en un buen colegio, terminar bachillerato, ingresar a
la universidad, graduarme, conseguir un empleo, comprarme el carrito y un
apartamento, conseguir una novia, casarme, tener hijos y repetir el mismo
imaginario con mis hijos, sus nietos. Mis padres me vieron crecer y cumplieron
sus sueños hasta que yo empecé a imaginar algo diferente para mis hijos.
Mis profesores y pastores religiosos, respaldaban lo que querían mis
padres. Toda la sociedad, incluyendo las leyes, me decían como debía de vivir.
Estudié Ingeniería Civil en la Facultad de Minas de la Universidad Nacional y
me prepararon para ser empleado y cuando estudie la Maestría en Administración
en EAFIT, me educaron para reforzar el modelo de desarrollo con base en el
crecimiento económico y la globalización. Todos mis textos eran americanos,
escritos por gurús de la economía y la administración que me decían como debía
de trabajar y pensar.
Cuando tuve todo lo que la sociedad me pidió que debía tener para ser
feliz, no lo era. Por el contrario, era infeliz. Tenía resuelto hasta mi aspecto
religioso y pertenecía al cristianismo evangélico. Por eso, imaginar por sí
mismo mi mundo, era tan importante para mí pero a la vez, tan difícil. Siempre
imaginaron por mi y aunque viví lo que siempre quise vivir, siempre estaba en
el molde de la sociedad. El consumo era lo más importante, pues movía la
economía y en la medida que consumía, era supuestamente más feliz.
Buscar una verdad propia que me hiciera vivir feliz, era la locura que
mi corazón me ponía a sentir, en medio de una manía de deprimirme, porque veía
como pasaban los días y fines de semana, las vacaciones, los cumpleaños, las
fiestas, la navidad y todo el calendario, año por año, gastando y gastando,
para llegar a mi corazón, sin un sentido de esa vida consumista en la que la
sociedad me había sumergido y que hoy sigo viendo por todas partes.
La locura se apodero de mí. Quise hacerle caso al corazón y obedecerlo
ciegamente. Los cambios son tenebrosos y más, cuando alrededor, todos te dicen
que puedes hacer de todo menos cambios trascendentales. Deje mi religión y me
entregue a conocerme personalmente y conocer al Dios Amor. Quería conocerlo,
pues había pasado algunos años en el cristianismo evangélico, temiendo a Dios y
la religión Católica, me parecía tan lleno de formas y tan poco fondo, que
tanta repetición y a las carreras, desde los 9 años, aplastaron con mis
creencias que un día se reveló ante mi madre al decirle que jamás volvería a
una misa.
Conocerse a sí mismo es complejo y más si somos auto indulgentes. Peque
todo lo que me dijeron que no podía pecar y sentía que el Dios Amor me amaba y
en mi corazón poso la alegría de dejar de hacer lo que hacía, no por pecado,
sino porque me estaba haciendo dañó a mi mismo. Todos los excesos son dañinos,
incluso el ascetismo de meternos en una cueva a meditar por años, mientras el
mundo se cae a pedazos.
Me divorcié al aprender el desapego emocional con los hijos que tanta
frustración traen a madres que deben soportar el peso de un macho proveedor y
padres que son víctimas de la violencia femenina de la cantaleta y el
desprecio. Me aísle de la sociedad, pues ya no me sentía pleno en medio de
tanto consumismo y con su mismo chiste, partido de fútbol, anécdotas, rumbas,
polvos, trasnochos, noticias, políticos, guerras, problemas, violencia, y en
fin, un mundo caótico que preferí observar con los nuevos ojos que el Dios
Amor, empezó a revelarme. Busque mi vocación al precio de experimentar la
carencia que es más difícil de soportar cuando se ha tenido la abundancia,
hasta que aprendí a vivir con poco y con mucho, cuando una vez no acepte un
torcido y preferí quedarme con mil pesos en el bolsillo. Había logrado mi
libertad económica y financiera.
Ha sido complejo vivir con la privación del juicio o el uso de la razón.
La crítica, juicio y condena de la sociedad es duro, durísimo, implacable, y
viene de la gente más cercana y de compañeros que llamamos amigos, que siempre
enjuician con el ¿Qué estás haciendo? ¿Qué carro tenes? ¿Y con esa fundación si
ganas dinero? La razón de la sociedad, está tan lejana del co-razón, que la
alegría que produce la locura es suficiente para obviar esas condenas y
quedarse en la locura del Dios Amor.
Conquistar la soledad es el precio de la locura. Hoy sentí escribir un
aparte de como es vivir en la locura, para aquellos que sienten deseos de hacerlo
o lo estén experimentando. La soledad es un amigazo, que te permite jamás
conocerte, porque siempre encuentras que hay cosas nuevas en el corazón y que
la vida es una experiencia increíble que exige vivirla con ojos inocentes, es
decir, sin prejuicios, para que ella te regale cosas jamás imaginadas, por lo
menos conscientemente.
Hoy hago cosas increíbles y vivo como si apenas estuviera empezando.
Cocrear con lo Divino, los amigos y la comunidad, el Ecobarrio Pablo Escobar y
apoyar abiertamente al Papa Francisco y su Laudato Si, en medio de una sociedad
llena de paradigmas e imaginarios de terceros, es una aventura, una hermosa
aventura que empezó muy bien y por ende, terminará mucho mejor. Vivo rodeado de
historias, risas, solidaridad, gente real, valientes aún con miedos,
rebuscadores, con esperanzas, imaginarios, sueños, buscadores de oportunidades,
niños, jóvenes, adultos, maestros de la vida. Puedo conocer a cualquiera en
cualquier momento, servir en un rebusque o servir en un macro-proyecto. Mirarle
a los ojos a un Presidente de la República y a un ex-presidiario o un niño o
una bella mujer. Aprendí a mirar el alma a través de los ojos. Aprendí a desear
la soledad o el sancocho comunitario, o el descanso compartido por la mirada
cómplice de quienes hacen vivo un deseo o estar con aquellas almas que tienen
otros deseos más trascendentales, dentro de nuestro imaginario de un Plan Divino.
Qué bien se siente la locura y de ahí ese proverbio sufí de que quién
sigue el camino del corazón, jamás se equivoca.
Según la RAE la locura significa "privación del juicio o del uso de
la razón", por eso la locura empieza en el corazón.
Los locos sentimos y por eso, nos cuesta tanto vivir la vida guiada por
la razón y más, si esa razón es la razón de los que imaginan por mí y por una
inmensa cantidad. Desde que nací, el mundo se ha encargado de imaginar por mí y
cuando yo imagino, me tratan de loco.
Mis padres imaginaron por mi y eso era lógico, pues ellos pensaban que
vivir bien era educarse en un buen colegio, terminar bachillerato, ingresar a
la universidad, graduarme, conseguir un empleo, comprarme el carrito y un
apartamento, conseguir una novia, casarme, tener hijos y repetir el mismo
imaginario con mis hijos, sus nietos. Mis padres me vieron crecer y cumplieron
sus sueños hasta que yo empecé a imaginar algo diferente para mis hijos.
Mis profesores y pastores religiosos, respaldaban lo que querían mis
padres. Toda la sociedad, incluyendo las leyes, me decían como debía de vivir.
Estudié Ingeniería Civil en la Facultad de Minas de la Universidad Nacional y
me prepararon para ser empleado y cuando estudie la Maestría en Administración
en EAFIT, me educaron para reforzar el modelo de desarrollo con base en el
crecimiento económico y la globalización. Todos mis textos eran americanos,
escritos por gurús de la economía y la administración que me decían como debía
de trabajar y pensar.
Cuando tuve todo lo que la sociedad me pidió que debía tener para ser
feliz, no lo era. Por el contrario, era infeliz. Tenía resuelto hasta mi aspecto
religioso y pertenecía al cristianismo evangélico. Por eso, imaginar por sí
mismo mi mundo, era tan importante para mí pero a la vez, tan difícil. Siempre
imaginaron por mi y aunque viví lo que siempre quise vivir, siempre estaba en
el molde de la sociedad. El consumo era lo más importante, pues movía la
economía y en la medida que consumía, era supuestamente más feliz.
Buscar una verdad propia que me hiciera vivir feliz, era la locura que
mi corazón me ponía a sentir, en medio de una manía de deprimirme, porque veía
como pasaban los días y fines de semana, las vacaciones, los cumpleaños, las
fiestas, la navidad y todo el calendario, año por año, gastando y gastando,
para llegar a mi corazón, sin un sentido de esa vida consumista en la que la
sociedad me había sumergido y que hoy sigo viendo por todas partes.
La locura se apodero de mí. Quise hacerle caso al corazón y obedecerlo
ciegamente. Los cambios son tenebrosos y más, cuando alrededor, todos te dicen
que puedes hacer de todo menos cambios trascendentales. Deje mi religión y me
entregue a conocerme personalmente y conocer al Dios Amor. Quería conocerlo,
pues había pasado algunos años en el cristianismo evangélico, temiendo a Dios y
la religión Católica, me parecía tan lleno de formas y tan poco fondo, que
tanta repetición y a las carreras, desde los 9 años, aplastaron con mis
creencias que un día se reveló ante mi madre al decirle que jamás volvería a
una misa.
Conocerse a sí mismo es complejo y más si somos auto indulgentes. Peque
todo lo que me dijeron que no podía pecar y sentía que el Dios Amor me amaba y
en mi corazón poso la alegría de dejar de hacer lo que hacía, no por pecado,
sino porque me estaba haciendo dañó a mi mismo. Todos los excesos son dañinos,
incluso el ascetismo de meternos en una cueva a meditar por años, mientras el
mundo se cae a pedazos.
Me divorcié al aprender el desapego emocional con los hijos que tanta
frustración traen a madres que deben soportar el peso de un macho proveedor y
padres que son víctimas de la violencia femenina de la cantaleta y el
desprecio. Me aísle de la sociedad, pues ya no me sentía pleno en medio de
tanto consumismo y con su mismo chiste, partido de fútbol, anécdotas, rumbas,
polvos, trasnochos, noticias, políticos, guerras, problemas, violencia, y en
fin, un mundo caótico que preferí observar con los nuevos ojos que el Dios
Amor, empezó a revelarme. Busque mi vocación al precio de experimentar la
carencia que es más difícil de soportar cuando se ha tenido la abundancia,
hasta que aprendí a vivir con poco y con mucho, cuando una vez no acepte un
torcido y preferí quedarme con mil pesos en el bolsillo. Había logrado mi
libertad económica y financiera.
Ha sido complejo vivir con la privación del juicio o el uso de la razón.
La crítica, juicio y condena de la sociedad es duro, durísimo, implacable, y
viene de la gente más cercana y de compañeros que llamamos amigos, que siempre
enjuician con el ¿Qué estás haciendo? ¿Qué carro tenes? ¿Y con esa fundación si
ganas dinero? La razón de la sociedad, está tan lejana del co-razón, que la
alegría que produce la locura es suficiente para obviar esas condenas y
quedarse en la locura del Dios Amor.
Conquistar la soledad es el precio de la locura. Hoy sentí escribir un
aparte de como es vivir en la locura, para aquellos que sienten deseos de hacerlo
o lo estén experimentando. La soledad es un amigazo, que te permite jamás
conocerte, porque siempre encuentras que hay cosas nuevas en el corazón y que
la vida es una experiencia increíble que exige vivirla con ojos inocentes, es
decir, sin prejuicios, para que ella te regale cosas jamás imaginadas, por lo
menos conscientemente.
Hoy hago cosas increíbles y vivo como si apenas estuviera empezando.
Cocrear con lo Divino, los amigos y la comunidad, el Ecobarrio Pablo Escobar y
apoyar abiertamente al Papa Francisco y su Laudato Si, en medio de una sociedad
llena de paradigmas e imaginarios de terceros, es una aventura, una hermosa
aventura que empezó muy bien y por ende, terminará mucho mejor. Vivo rodeado de
historias, risas, solidaridad, gente real, valientes aún con miedos,
rebuscadores, con esperanzas, imaginarios, sueños, buscadores de oportunidades,
niños, jóvenes, adultos, maestros de la vida. Puedo conocer a cualquiera en
cualquier momento, servir en un rebusque o servir en un macro-proyecto. Mirarle
a los ojos a un Presidente de la República y a un ex-presidiario o un niño o
una bella mujer. Aprendí a mirar el alma a través de los ojos. Aprendí a desear
la soledad o el sancocho comunitario, o el descanso compartido por la mirada
cómplice de quienes hacen vivo un deseo o estar con aquellas almas que tienen
otros deseos más trascendentales, dentro de nuestro imaginario de un Plan Divino.
Qué bien se siente la locura y de ahí ese proverbio sufí de que quién
sigue el camino del corazón, jamás se equivoca.
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